La pasión es el motor que moviliza y empuja a Lidia Acosta a educar a sieste niños en una escuela rural. Cuando terminó la carrera universitaria decidió desarrollar su oficio como docente fuera del ámbito urbano.
Lidia es maestra rural hace veinte años y mamá soltera de Juan José, «Un hijo es el alma, un sentimiento que no se puede explicar», confesó. Además de Juan, Lidia es la seño y mamá de otros 7 niños que asisten a la escuelita Capitán Diaz Vélez de Mula Muerta.
En febrero de 2014, la escuela sufrió una importante inundación. Los milímetros caídos provocaron el derrumbe del edificio. Hoy las clases se dan en un campo y están a la espera de la inauguración de la nueva estructura. «Nos quedamos sin la historia de la escuela porque del año 1933 estuvimos en ese edificio escolar», dice Lidia.
Aprender desde la naturaleza del medio
El Paraje Mula Muerta se encuentra a 25 Km de Jesús María, está cerca de Barranca Yaco y pertenece al Departamento Totoral. Allí en los campos aledaños trabajan varias familias que envían a sus hijos a la escuelita Capitán Diaz Vélez. La zona es agrícola/ganadera.
«Los niños hacen mucho silencio pero hablan con los ojos. Son muy compañeros y son de compartir mucho», así describe Lidia a sus siete alumnos.
Continuando con las comparaciones en las distintas realidades campo/ciudad, Acosta agrega «el chico del campo viene y te dice nació un chanchito más, a la gallina la comió el zorro, hoy aprendí a andar en tractor. Lo primero que dibujan es un tractor».
Una educación personalizada en contextos rurales
La modalidad es el «plurigrado», dentro de un aula hay chicos desde los 4 hasta los 10 años que aprenden de manera conjunta. «Trabajamos con rincones y le damos prioridad a la biblioteca los niños leen mucho, disfrutan de un cuento. Ahora, los varones están yendo a practicar deporte a polideportivo municipal de Jesús María. Necesitan unos botines para jugar al fútbol», indica.
Lidia comenta que este tipo de enseñanza le permite trabajar con los alumnos de forma especializada ya que conoce las necesidades de cada uno, los silencios y aprende a respetar esos silencios.
«Los chicos me enseñan muchisimo, sobretodo a levantarme todos los dias con alegria. Ellos se conforman con lo que tienen sin buscar una necesidad que no la conocen» dice Lidia.