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Cada pieza del Museo Jesuítico de Jesús María cuenta una parte de la historia de nuestra pueblo y sociedad. Detrás de su exhibición hay una ardua y poco conocida tarea de conservación y restauración que día a día desarrollan especialistas y profesionales.
Hoy conocemos a una de las encargadas de la preservación del patrimonio cultural del Museo. Se trata de Tomasa Heredia, licenciada en archivología, especializada en conservación y restauración de documentos en papel.
En su oficina nos muestra algunos libros y documentos en los que trabaja, allí destaca las políticas de recuperación del patrimonio y la fascinación que siente en contribuir con el legado documental para las futuras generaciones.
Tomasa trabaja desde 2008 con el acervo en soporte papel de la Estancia Jesuítica: libros, grabados, planos, documentos antiguos. Uno de sus últimos trabajos fue la recuperación de un plano de la ciudad.
La especialista nos cuenta que encontró el documento con arrugas, algunas zonas perdidas, orificios, y otras huellas propias de paso del tiempo. Para recuperarlo se inició un proceso que involucra humectar, prensar, alisar, limpiar manualmente, reparar los orificios y las zonas perdidas. La tarea no es fácil, lleva tiempo y mucha delicadeza.
Los documentos más antiguos que ha tenido que restaurar son de 1661, escritura en castellano antiguo, en letra bastardilla, procesal, encadenada, explica – la más dificultosa- de transcribir.
La archivóloga realiza varias obras simultáneas. Durante la entrevista, sobre la mesa, muestra un misal jesuita de 1775. La restauración ya iniciada, lleva 2 años. Exige la recuperación de la encuadernación, su desglose, la limpieza de manchas de agua y cera de velas, y el lavado controlado. Luego de la recuperación se dispone el material en lugares seguros y con condiciones controladas de temperatura y humedad.
Tomasa nos cuenta que no siempre la tarea implica «quitar las machas», pues muchas de esas marcas nos cuentan algo. Por ejemplo, las páginas más deterioradas señalan cuales son las más leídas, o el cebo de las velas nos dice que en la ocuridad allí se apoyaban los candelabros.
La especialista deja lo deja en claro: la historia está allí, hasta en los más pequeños detalles.