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«Todos los gobiernos y la sociedad tienen una deuda con el veterano»

El ex combatiente Eduardo Álamo recordó su experiencia, a días del 40º aniversario de la Guerra de Malvinas. En 2014 regresó a las islas donde las emociones estuvieron a flor de piel.
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AUDIO | Eduardo Álamo, ex combatiente

El 31 de enero de 1982, un joven de 18 años fue al Parque Sarmiento a inscribirse para el servicio militar obligatorio y allí mismo, le informaron que su destino era Comodoro Rivadavia. Después de un abrazo con su padre, partió hacia el sur.

El 20 de abril llegó a Bahía Zorro donde permaneció hasta el 14 de junio, previo paso por Puerto Argentino. A seis días del arribo, «tuve el orgullo de jurar la bandera y defenderla hasta perder la vida». Eduardo recordó que «era todo fervor, era todo un honor» pelear por la patria.

«La patria es el suelo que uno ama, es la familia, es nuestra celeste y blanca que debemos honrar. Es mi mamá, mis hermanos, mis hijos, el entorno donde trabajo y la sociedad donde vivo», sostuvo.

Pese a esas sensaciones, expresó que en el día a día la guerra «es algo muy aterrador». La experiencia le enseñó a valorar cosas simples que muchas veces pasan desapercibidas como un mate cocido con pan, una cama caliente o una ducha. También contó que al tener como objetivo cumplir el deber, «le perdes un poco el miedo a la muerte»

La guerra terminó pero el regreso no fue el esperado. Álamo mencionó que la gente evitaba el tema porque Argentina había perdido. «Sufrí mucho el posguerra, más que la guerra (…) no hablé porque nadie me quería escuchar», expuso.

El veterano habló sobre los suicidios de quienes volvieron aunque no pudieron superar lo vivido en el conflicto bélico: «duele un poquito porque hay gente que debería haber sido contenida a tiempo y hubiéramos evitado un montón de cosas (…) el estado nos abandonó, hay gente que nunca recibió un tratamiento psicológico».

En 2014, junto a otros compañeros regresó a las islas y decidió ir al cementerio para reencontrarse con quienes perdieron la vida. Reconoció que el viaje le hizo bien y le permitió soltar emociones contendidas.

«Cuando me fui de las islas no tuve tiempo de llorar ni de putear lo hice en 2014 cuando volví», afirmó.

Hoy, a las 58 años continúa emocionándose al pasar por la memoria cada recuerdo. Desde su lugar, Eduardo busca aportar para que la Guerra de Malvinas no quede en el olvido y en ese camino, brinda charlas a los jóvenes.