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Son seis los alumnos que asisten a la escuela Capitán Díaz Vélez del paraje Mula Muerta, ubicado a unos 25 kilómetros de la ciudad de Jesús María, ingresando a mano derecha – yendo en sentido sur norte – a la altura del empalme de Ruta Nacional Nº9 y el acceso pavimentado a Barranca Yaco.
Esa escuelita, enclavada en el corazón del campo del norte cordobés, a unos doce kilómetros al este de Sinsacate, refleja una de las tantas historias repetidas a los largo de los últimos cien años: comunidades ruralistas, peones que trabajaban con hacienda, siembre o cosecha de granos y que, con el paso del tiempo, se vieron expulsados por el progreso de las máquinas y la extensión del sembradío.
Esa escuelita, es la misma que hace dos años y medio atrás, se hundió ya que la tierra donde estaba construido el edificio cedió y luego fue arrastrado por la correntada del río, con las grandes inundaciones de 2015.
Esa escuelita, es la que se refunda constantemente y que en la actualidad funciones en una casita prestada por uno de los propietarios de uno de los campos de la región y que mira, desde unos metros, cómo se va levantando la nueva estructura del establecimiento educativo, y que el gobierno provincial prometió que estará en condiciones antes de 2017.
Esa escuelita es la que diariamente recibe a Valentina, Jorge, Axel, Barbie, Víctor, Vanesa y a la «seño Lidia» Acosta -que además es la directora, cocinera, portera, entre otras tantas funciones que cumple – para recibir e impartir educación.
En una artículo anteriormente publicado por nuestra emisora, los niños y la maestra del establecimiento, nos contaron que asisten a un aula común, indistintamente de la edad que tengan (entre 6 y 9 años), ya que ni la matrícula ni el espacio de la estructura son suficientes para abrir más aulas, al menos, en el actual edificio.
En aquella visita, los chicos y Lidia nos comentaron que diariamente leen libros; que quienes aún no saben leer disfrutan de la lectura de otras personas; y que la literatura es un factor muy importante para ellos, ya que diariamente los libros son su compañía mientras «la seño» prepara la comida.
A falta de juegos en el parque durante el recreo, las fábulas, las historias fantásticas, los dibujos y las letras, son los mejores amigos y principal divertimento para niños que están my distantes de las «satisfacciones» que la tecnología ofrece, en la actualidad, para cualquier chico de sus edades.
Es por ello que ayer, 8 de Septiembre, tras un par de semanas de colecta en las cuales vecinos de la región donaron libros, útiles escolares y ositos de peluche, se logró concretar la entrega para que los niños tengan nuevo material para pasar sus horas en la escuela, aprender nuevas historias y seguir sonriendo, gracias a la buena voluntad de la gente que colaboró, de corazón.
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