Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Un gran fin de semana en Río para los argentinos

Jorge Parodi nos deja un resumen del fin de semana intenso para los argentinos. Juan Martín luchó hasta el final y se quedó con una medalla de plata invaluable.
Compartilo con alguien:

Jorge Parodi quien vive en primera persona los JJOO de Río 2016 escribió esta columna sobre el gran tenista argentino.

Juan Martín Del Potro, El Renacido

Como Hugh Glass, el personaje de Leonardo Di Caprio en la película El Renacido, el tandilense sobrevivió porque conocía la ruta de regreso.

Por eso, se dejó llevar por el GPS del coraje y la obstinación.

Dejó hasta las uñas, dejó el alma, dejó su talento, dejó todo y algo más. Dejó un mensaje, para el que sepa leerlo.

En octubre pasado era casi un ex jugador. Las operaciones en la muñeca y el dolor lo alejaron del tenis, lo hundieron detrás del puesto 1000 en el ránking mundial. No tenía entrenador, ni preparador físico fijo.

Intentó volver una y otra vez, pero el dolor lo superaba. Una y otra vez siguió insistiendo, siguió creyendo.

Lejos quedó el tenista discutido por sus actitudes poco claras a la hora de jugar la Copa Davis.

Los límites físicos le hicieron pisar la tierra. Se salió de la burbuja de plástico en la que viven muchas superestrellas del tenis y se metió con el común de los atletas que viven en la Villa Olímpica.

Se dió un baño de humildad y de olimpismo.

Salió a transpirar la camiseta.

El aperitivo fue Djokovic y se comió crudo al mejor de estos tiempos, ganó y lloró.

Después dejó en el camino, no sin dificultad, al japonés Taro y al español Bautista, ganó y lloró.

Completó su máster de jerarquía y coraje con una épica actuación ante Nadal, ganó y lloró.

Jugó una histórica final contra el gran Andy Murray, ganó la medalla de plata, perdió y lloró.

Lloró como un niño lo que se ganó como un grande, con la emoción a flor de piel y la gente de su lado; en muchos casos emocionada con su emoción.

Estuvo a la altura de su metro noventa y ocho.

Martilló con su inconmensurable drive, sacó de arriba y peleó cada pelota.

Maquilló el revés debilitado por las lesiones y puso todo el corazón.

Volvió a la ruta del éxito y la idolatría.

Fue más humilde y más sincero que nunca.

Ganó la plata con el sudor de su tenis.

Irá a comer el asado con su amigos en Tandil con otra medalla colgada al pecho.

Si deportivamente lo daban por muerto, «La Torre» de Tandil avisó que está vivo y con hambre de más gloria.

Para Del Potro, Río significó la oportunidad de volver a empezar a los 27 años.

Es que entre lágrimas y euforias, Juan Martín Del Potro es el autor y el actor de su propia película.

Él es como el personaje cinematográfico de Leonardo Di Caprio: El Renacido.