Eran las nueve de la noche, cuando el vacunador Adrián Vázquez regresaba de un establecimiento anegado por las últimas inundaciones. A caballo y con las vacunas en su pequeña heladera, el joven toleraba la fría oscuridad como podía, a la altura de Isla Verde y La Rinconada.
Sin mayores sobresaltos, todo parecía soportable hasta que a mitad de camino, su caballo tropezó en medio de sombras. El equino cayó abruptamente en un pozo de agua -a la par de Vázquez-, huyendo asustado y dejando al vacunador a la intemperie.
Pasaron los minutos y a Vázquez no le quedó otra opción que continuar el trayecto caminando y empapado. El trecho era largo y la frustración del joven empezaba a asomarse. No obstante, su suerte cambió de pronto, cuando su criollo volvió a buscarlo, apiadándose de él.
Aunque accidentado, el regreso del vacunador y su caballo tuvo final seguro.
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