La Primera Jornada Gerontológica del Norte Cordobés reunió a profesionales de distintas áreas para reflexionar sobre el envejecimiento, los cuidados y los desafíos que implica pensar nuevas vejeces. En ese marco, uno de los temas que surgió con fuerza fue el de la sexualidad en las personas mayores, un aspecto históricamente invisibilizado.
Tras su disertación, consultamos a Miguel Ávila, trabajador social y jefe de la agencia local de PAMI, quien viene abordando esta temática desde una perspectiva de derechos. «El deseo nace con nosotros y muere con nosotros. La vejez no nos convierte en personas asexuadas, eso es un prejuicio que sigue muy arraigado», expresó.
Ávila señaló que muchas personas mayores viven su sexualidad atravesadas por la soledad, la culpa, el mandato de recato, e incluso la falta de acceso a profesionales de la salud con formación y sensibilidad para abordar estos temas. “Hay médicos que no se animan a preguntar, o que directamente evitan hablar de la vida sexual de una persona mayor. Y hay pacientes que tampoco sienten que tienen derecho a hacerlo”, explicó.
Advirtió además que la medicalización de la vejez muchas veces tiene consecuencias sobre la sexualidad, sin que esto sea tenido en cuenta. «Se recetan medicamentos que inhiben el deseo sin siquiera consultar si eso afecta la calidad de vida de quien los toma», subrayó.
El testimonio de Ávila también puso en el centro la situación de las personas mayores del colectivo LGBTIQ+, quienes —dijo— “han vivido amores prohibidos, ocultos, silenciados. En su juventud, no podían hablar ni expresar quiénes eran. Algunas personas nunca salieron del clóset, y muchas ni siquiera pudieron imaginar una vejez vivible con su identidad asumida”.
Particularmente preocupante es la situación de las personas trans mayores, a quienes describió como una “población diezmada” por la violencia, la exclusión y la falta de acceso a derechos. “En nuestro país hay muy pocas personas trans que llegan a la vejez. Y cuando lo hacen, muchas veces deben volver a ocultar su identidad para poder ser admitidas en instituciones de cuidado”, lamentó.
Para Ávila, hablar de sexualidad en la vejez no es un detalle, sino una forma concreta de ampliar derechos: “Tenemos que dejar de pensar la vejez como una etapa solo de pérdida. También es deseo, es afecto, es cuerpo, es vínculo. Y eso merece ser nombrado, cuidado y respetado”.