Este fin de semana algunas juntadas familiares continuaron y los festejos en casas particulares y asados también; sin importar demasiado que mañana puede ser un hermano, un amigo o alguno de nuestros padres los que estén contagiados.
La situación exige reconocernos, saber quienes sómos y con quienes vivimos, más allá de clases sociales.
Cada día debería sonar una alarma en nuestra conciencia que despierte la necesidad de cuidarnos y de esa manera protegernos cómo comunidad.
Pero para ello, tenemos que entender que ahora más que nunca debemos respetar las recomendaciones sanitarias.
Y cumplir con el distanciamiento social, el uso de barbijo y el lavado de manos.
Porque no está inmune del virus aquel que levanta el dedo acusador para señalar de donde vino el primer caso y quién es.
Tampoco los que aprovechan su pequeña «cuota» de poder para seguir impunemente poniendo en riesgo al resto.
El coronavirus llegó finalmente a nuestra región.
Y será implacable con quienes no entiendan que el mensaje es que debemos respetar las recomendaciones sanitarias para evitar el crecimiento de casos y el colapso del sistema.
La oportunidad de comprender que podemos construir una sociedad dónde entendamos que la vida vale más que cualquier cosa, está servida.
No la desaprovechemos.