Héctor Rivadero fue uno de los tantos veteranos que defendieron la patria en la guerra de Malvinas. Pese a que cuando ingresó a la colimba tenía 20 años, Héctor dice que parecía de 18 porque al comienzo todo parecía un juego.
Rivadero es hijo único, nació en Jesús María y dice que su infancia fue fantástica. Cuando terminó el secundario quiso estudiar abogacía, aunque no llegó con el promedio para ingresar a la facultad eso fue no un impedimento para seguir en la Universidad y comenzó con el profesorado de Filosofía.
Llegó el momento de hacerse grande
Un 29 de mayo escuchaba con atención el sorteo que se hacía por radio Nacional. Escuchó su nombre, escuchó el número 774 que le correspondía y finalmente lo confirmó en la Biblioteca Popular Sarmiento.
Al llegar, vio con su camada lo que eran realmente las necesidades sociales. Algunos no sabían leer ni escribir. Tampoco soportar el frío o la falta de comida.
«Pasado el 2 de abril, ya habían tomado Malvinas y nosotros desde Comodo veíamos mucho movimiento (…) Yo no tenía posibilidad de hablar con mis padres, las cartas por la distancia no iba a llegar. Era esperar lo que debía» confiesa Rivadero a los micrófonos de Radio Jesús María.
La motivación para esos jóvenes era «defender a la patria» con la certeza que las Malvinas eran de Argentina y que los Ingleses se iban a retirar en paz. «Nosotros teníamos una radio y ahí nos informábamos de lo que pasaba. Algunas novedades o noticias de ese momento se filtraban» dice Héctor.
Defender la vida y sobrevivir eran los principales motores para combatir la Guerra. Una de las extremas necesidades que pasó fue hambre y frío. Tan grande era el apetito que se llegó a comer un kilo de levadura.
El retorno de la Guerra
De un adolescente inmaduro a un hombre frío y parco. Esa fue la transformación que tuvo la personalidad de Héctor cuando regresó de Malvinas.
Todo el sacrificio y la lealtad a la patria que entregaron los veteranos no fue reconocido en aquella época como realmente se debía. «Los primeros momentos eran particulares, salir a la sociedad era esconderse porque éramos los famosos loquitos de la Guerra» relata.
Detrás de tanto combate como soldado, hubo una familia y una mujer que lo esperaban. Graciela, su actual esposa contó con mucha emoción el momento en que se reencontró con él.
Actualmente, da clases de Filosofia y Psicología en los colegios Ipetym 69 y Seminario Menor, además enseña Etica Profesional en la Escuela de Suboficiales de Gendarmería.
«Una guerra es la no razón de la vida. Una persona pierde la vida allí y es una cosa. En la guerra la vida es un elemento más que hay que destruir», manifestó el ex combatiente Héctor Rivadero.