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La localidad de San Francisco del Chañar inauguró su monumento al Che Guevara. La idea surgió hace varios años y se materializó recientemente debido al espíritu de recuperar la historia de la localidad.
Daniel Herrera fue el artista encargado de realizar la obra de homenaje al prócer cubano – argentino Che Guevara. Ernesto Guevara estuvo con su gran amigo Alberto Granado prestando servicios médicos en la localidad. «Está ubicado en la placita del hospital J. J. Puentes», indica el intendente de la ciudad Marcelo Slava.
«Es un personaje de la historia del mundo, no solo argentino, San Francisco del Chañar tuvo el privilegio de que el viniera una semana al leprosario», agrega Slava
En el texto de Jon Lee Anderson “Che Guevara, una vida revolucionaria” (pag. 67, 68 y 69) se detalla el paso del prócer cubano por la localidad del norte cordobés.
» (…) El 1 de enero de 1950, al finalizar su tercer curso de medicina, partió hacia el interior en una bicicleta equipada con un pequeño motor italiano Cucchiolo; era su primer viaje solo. Antes de partir se hizo sacar una fotografía de recuerdo. Aparece sentado en el velomotor, con los pies en el suelo y las manos en el manillar como en la salida de una carrera, ataviado con gorra, gafas de sol y cazadora de cuero. Lleva una cámara de repuesto colgada en bandolera como una canana de pistolero.
Enfiló hacia Córdoba con la intención de llegar a San Francisco del Chañar, ciento cincuenta kilómetros al norte, donde Alberto Granado trabajaba en un leprosario y era administrador de una farmacia. «
» (…) Ernesto pasó varios días en Córdoba, donde visitó a sus amigos y después se fue con Tomás y Gregorio, hermanos de Alberto, a acampara junto a una catarata al norte de la ciudad, donde vivieron otras aventuras juveniles: escalaban las rocas, se arrojaban desde grandes alturas a la laguna y casi se los llevó un torrente. (*)»
«(…) Ernesto fue a encontrarse con Alberto en el leprosario José J. Puente, en las afueras de San Francisco del Chañar. Puesto que Alberto investigaba la sensibilidad inmunológica de los leprosos y Ernesto investigaba las alergias en la Clínica Pisani, sus intereses comunes se extendían más allá del rugby y los libros.»
«(…) Vivamente interesado en el trabajo de su amigo, Ernesto lo acompañaba en las rondas de visita a los pacientes. Pero no tardaron en pelearse. El motivo fue el tratamiento de una enferma de lepra, una hermosa joven llamada Yolanda que, hasta el momento, solo exhibía en la espalda las grandes manchas de piel muerta que constituían los temidos síntomas de la enfermedad. Cada vez que llegaba un médico nuevo, la joven, inconsciente de la gravedad de su caso, trataba de convencerlo de la injusticia que se cometía con ella al internarla. Recuerda Alberto que: “Ernesto no fue la excepción a la regla y visiblemente impresionado por la belleza de la joven y la patética exposición de su caso, vino a verme. Enseguida nos pusimos a discutir”. Ernesto argumentó que se debía ser más cuidadoso al tomar la decisión de internar y aislar a un enfermo. Alberto trató de explicarle que el estado de la muchacha era desesperante y sumamente contagioso. Para demostrarlo le clavó una larga aguja hipodérmica en la piel necrosada de la desprevenida muchacha. Ella no lo sintió. Alberto describe el momento: “lancé una mirada triunfal a Ernesto, pero al ver la suya se me congeló la sonrisa. El futuro Che me ordenó bruscamente: ‘¡decile que se vaya, Mial!‟ y cuando la paciente hubo salido, vi la rabia contenida reflejada en la cara de mi amigo. Hasta ese momento nunca lo había visto así y tuve que aguantar una tormenta de reproches: «Petiso – me dijo – nunca pensé que habías perdido la sensibilidad hasta este punto. ¡Engañar a la chica solo para demostrar tus conocimientos’”. Finalmente, después de mayores explicaciones de Granado, se reconciliaron y el incidente quedó atrás, aunque nunca lo olvidarían.
(*) Se refiere a la cascada de los Chorrillos en Tanti. El Che cuenta su vivencia en dicho lugar en sus primeros apuntes hechos diario. De aquí en más se podría intuir que cruza por Los Gigantes o simplemente lo visita; está la referencia oral de los del refugio base que, al día de hoy, aseguran que en el libro de visitas estaba la firma del Che en una hoja que alguien robó.