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«Me gano la vida y llevo el pan a la mesa todos los días»

Un abuelo con aroma a Peperina: Miguel Ángel Reyna tiene 70 años, nació en Cruz del Eje y hace ya varios años vive en Deán Funes. Al menos tres días a la semana viaja hasta Jesús María para vender peperina en la esquina de Tucumán e Ingeniero Olmos. Con la ganancia, alimenta a su nieto y esposa.
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Miguel Ángel Reyna tiene 70 años, nació un 18 de Octubre de 1945 en Cruz del Eje pero actualmente radica en Deán Funes. Día de por medio viaja a Jesús María para recorrer las calles de la ciudad con su canasta llena de hierbas aromáticas para el mate.

«Tengo un nieto que va a la escuela, tengo mi mujer que sufre de la vista igual que yo, y somos seis en la familia. Mis hijos están en Buenos Aires, otros están en Santiago del estero. Trabajan en las casas de familia en quehacer doméstico», dispara, al hablar sobre su familia.

Miguel, con sus 70 años sigue siendo el sustento de su familia: «a mi nieto lo quiero como a un hijo. Trabajo por él y por mi familia, por mi mujer, por mi otro hijo… y, trabajo todos los días», agrega, al referirse a sus seres queridos.

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Miguel asegura que las vueltas de la vida lo alejaron de sus afectos de la infancia, tal es el caso de Jairo, a quien reconoce como un primo: «yo era Miguel Ángel González, reconocido por Reyna; Jairo era ‘Marito’ González, en Cruz del Eje. A los doce años me separé de él, me fui a Buenos Aires y ahí pasé mi historia. Después me vine a Deán Funes», recuerda.

Peperina, incayuyo, carqueja, palo azul, hierba buena, son algunos de los «yuyitos» para el mate que Miguel vende a 20, 25 pesos en el centro de la ciudad, traídos desde Sauce Punco, camino a Villa de Tulumba.

Miguel recuerda que la vida dio sus vueltas, pasando de ser el dueño de un diario deanfunense llamado «La voz de Córdoba», a lustrador de zapatos y ahora vendedor de peperina.

«Como no hay trabajo, uno tiene que salir a buscarse la vida (…) – A los ‘yuyitos’ – los envuelvo, selecciono, clasifico y pongo en bolsita o hago el ramo (…) Acá me paro un ratito – esquina de Tucumán e Ingeniero Olmos -, me voy por los supermercados y recorro los barrios. Me dicen: ‘señor dejeme un paquetito’. Me gano la vida y llevo el pan a la mesa todos los días», concluyó el abuelo con aroma a peperina y corazón de oro.