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Un cierre de color y emoción para los Juegos Olímpicos

Se apagó el fuego olímpico y es hora de balances. La delegación Argentina, al menos en los números, completó una de las mejores actuaciones de su historia.Jorge Parodi se despidió de Río
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Es necesario no quedarnos sólo con las emociones del éxito.

El sabor agradable de las medallas no debe embriagarnos porque podríamos hundirnos en el terreno engañoso del exitismo.

La clave es saber aprovecharlas, colocarlas como punto de partida, sacarles el jugo que hidrate el futuro de nuestro deporte –tres medallas de oro (Pareto, Lange-Carranza y el hockey masculino) más la de plata de Juan Martín del Potro ubican a la representación Argentina en el puesto número 27 (son 206 países ) del medallero general, 15 más arriba que en Londres 2012.

Es la mejor actuación de los últimos 68 años y una de las tres más exitosas de toda la historia.

La delegación de 213 atletas fue la más numerosa junto a la de 1948.

Las tres preseas doradas corresponden a deportes que nunca las habían logrado, como el hockey, el judo y la vela.

La «Peque» mostró su grandeza confirmando todas las expectativas,
Lange y Carranza son la consecuencia del talento y la planificación, y Los Leones explotaron en el momento justo, cuando pocos los tenían entre los favoritos.

La medalla de plata de Juan Martín del Potro tiene el valor del regreso después de las lesiones y el reafirmar que es un crack capaz de ganarle a los mejores.

Detrás de las medallas muchos diplomas y destacadas actuaciones.

Lo del vóley en cuartos de final fue un certificado de crecimiento y una apuesta al futuro de la mano de un técnico excepcional como Julio Velasco.

Lo del básquet, último acto de cuatro de los integrantes de Generación Dorada, fue sencillamente conmovedor.

En un escalón más abajo, Patricia Bermúdez estuvo a un punto del bronce en una disciplina sin antecedentes en este sentido, como la lucha.

El boxeo puso a Melian y Peralta a una pelea del podio y no es poca cosa.

También es meritorio que Chiaraviglio y Toledo hayan llegado a las finales en atletismo y lo de Miguel Albarracín, octavo en equitación.

En el debe, el fracaso del fútbol fue más bien del caótico proceso
previo, del desprecio de AFA a la cita olímpica que se trasladó en un resultado deportivo como una consecuencia lógica.

La natación fue al revés, el proceso fue serio, los resultados no alcanzaron los objetivos.

El remo y el ciclismo, entre otras disciplinas, tampoco dieron síntomas de crecimiento, más bien lo contrario.

Hay un común denominador, los atletas argentinos ya no se sienten desamparados desde la creación del Enard ( Ente Nacional de Rendimiento Deportivo).

Lo recaudado por el 1% de lo que se factura en telefonía celular en Argentina va a parar a los deportes olímpicos, desde 2010 por ley.

Ese dinero no es ni por lejos el que el estado otorga para el Fútbol Para Todos.

Este ciclo y medio (6 años) se hace notar. Los atletas tienen lo mínimo necesario para competir, para vivir y en algunos casos para viajar al exterior para sumar roce internacional.

Hay una evolución que se nota, pero no alcanza.

Que las medallas no nos tapen el bosque.

Argentina necesita de una política deportiva de Estado que vaya más allá de los matices de cualquier gobierno.

Se requiere de infraestructura, sobre todo en el interior del país para federalizar el deporte.

Hay que apostar al deporte escolar como base de cualquier proyecto.

El deporte por su importancia debe tener en Argentina rango ministerial.

Las medallas, los éxitos, las emociones no deben ser sólo eso.

Deberían ser el punto de partida para mejorar.

Que la sonrisa de hoy, sea la alegría de mañana.

Para el deporte argentino, el futuro es hoy.